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Sistema de Indicadores sobre Desertificación para la Europa Mediterránea |
Prácticas agrícolas inapropiadas en tierras de secano de productividad marginal Autor principal: Jorge García Gómez <jorgegg@um.es> Con contribuciones de: Maria José Roxo y Pedro Cortesao Casimiro <mj.roxo@iol.pt>, Giovanni Quaranta, Rosanna Salvia <quaranta@unibas.it>, Constantinos Kosmas <lsos2kok@aua.gr> Traducción: Juan Ramón Molina Menor g Descripción de las razones que llevan a prácticas inapropiadas en secano y por qué son un problema en el contexto de la desertificación Autor: Jorge García Gómez <jorgegg@um.es> La agricultura de secano es cada vez más marginal en la Europa mediterránea. Este tipo de agricultura se ve restringido a las tierras más marginales mientras que la agricultura de regadío utiliza los suelos más productivos de las tierras bajas que dispongan de agua (a excepción de los casos de puesta en regadío de zonas tradicionalmente dedicadas al secano que se llevan a cabo en algunos lugares donde se ha facilitado el acceso al agua para riego). Las prácticas agrícolas de secano son particularmente importantes porque las tierras usadas para este tipo de agricultura son extremadamente sensibles a las medidas de gestión del suelo adoptadas por los agricultores. Los procesos de erosión y de degradación de las tierras de secano se ven acelerados por la aplicación de prácticas agrícolas inapropiadas, lo que conduce a la desertificación. Las condiciones climáticas constituyen uno de los principales factores determinantes para la agricultura, sobre todo en la zona mediterránea, caracterizada por las precipitaciones irregulares y las temperaturas estivales elevadas. Estos factores son aún más importantes en el caso de la agricultura de secano porque muchas de las prácticas agrícolas tienen como objetivo la preparación del suelo para que el aprovechamiento del agua de lluvia sea máximo. Las condiciones del suelo derivan del material original y su desarrollo depende de muchos factores que incluyen el clima, los incendios, los usos del suelo y las prácticas agrícolas. La pérdida de la fina capa de suelo fértil acelera el desarrollo de los procesos de degradación.
Las razones que llevan a la aplicación de prácticas agrícolas inapropiadas están estrechamente relacionadas con los cambios sociales y económicos que experimentan las áreas rurales. El bajo precio de los productos de la agricultura de secano unido a la competencia de otros países hace que los agricultores tengan dificultades crecientes para mantener unos ingresos suficientes. En estos casos los agricultores adoptan métodos de cultivo diferentes o nuevos cultivos con el objetivo de obtener ayudas públicas, o eligen cultivos más rentables aunque las condiciones del suelo puedan no ser las adecuadas. También pueden decidir el cultivo de zonas de bosque o de monte, o bien abandonar la actividad agrícola. Este proceso se ve favorecido por la fragmentación de la tierra: mientras que cada vez se necesita una mayor superficie cultivada para mantener los ingresos necesarios para una familia, las parcelas disminuyen su tamaño debido a las divisiones asociadas a las herencias o a la venta. Esto supone que los nuevos agricultores pasen a considerar su actividad como algo secundario (no es su fuente de ingresos principal) o la limiten al fin de semana, dedicando mucho menos esfuerzo a ella. A veces esto no es suficiente para mantener la calidad del suelo o para aplicar medidas de conservación. También se debe mencionar el papel que representa el pastoreo intensivo. En ciertas zonas (como el Guadalentín) la cría de ganado se ha reducido prácticamente a la producción intensiva porcina (u otra) en sistemas estabulados. Sin embargo, en otras zonas, el pastoreo intensivo pone una gran presión sobre los recursos pastorales que conduce finalmente a problemas de degradación cuando la cobertura vegetal es eliminada.
Para comprender completamente esta cuestión es también necesario considerar la falta de información acerca de las mejores prácticas agrícolas. Los problemas de erosión y desertificación no son considerados prioritarios por parte de muchos políticos, por lo que no se realizan suficientes esfuerzos para mejorar la sensibilización de la sociedad. Aunque existe una idea clara de las consecuencias del problema, sólo se conoce de forma difusa en qué consiste y cuáles son sus razones. Si la percepción del problema es poco precisa las acciones para combatirlo no pueden serlo tampoco. En las zonas frágiles se puede considerar como una práctica inapropiada el hecho de no integrar en las prácticas de gestión agrícola medidas para evitar los procesos de degradación. ¿Por qué constituye ésto un problema? Las prácticas agrícolas inapropiadas conducen al empobrecimiento del suelo y de la vegetación. Este empobrecimiento supone una pérdida de renta para la explotación, acelerada por el hecho de que la agricultura de secano es cada vez menos rentable en ciertas áreas, lo que puede conducir al abandono de la tierra. Cuando las explotaciones de secano son abandonadas no suelen recuperar el estado previo (que se alcanzaría tras un largo periodo de tiempo durante el cual los riesgos de padecer procesos erosivos son muy altos) sino que sufren rápidos procesos de erosión y de degradación. g Ejemplos de prácticas inapropiadas en secano en áreas mediterráneas g Bajo Alentejo
interior, Portugal A pesar de su potencial agrícola extremadamente bajo, una superficie significativa de los suelos del municipio de Mértola ha sido utilizada de forma continua durante un muy largo periodo. Los estudios efectuados acerca de los cambios en el uso del suelo (Roxo 1994, Casimiro 2002) revelan que durante ciertos periodos del siglo diecinueve y veinte la cría de ganado y el cultivo de cereales constituían las principales actividades alternando con, por ejemplo, la producción exclusiva de cereales durante las diferentes fases de las Campañas del Trigo promovidas por el Estado Novo. La producción agrícola actual sigue estando basada en la producción de cereales y el pastoreo, por lo que vamos a describir estas dos actividades y las técnicas que se relacionan con ellas. Cultivo de cereales. El cultivo de cereales (trigo y avena) requiere la preparación del suelo. Esta tarea se realiza desde septiembre hasta las primeras lluvias, el periodo en el que las máquinas pueden trabajar el suelo. Las altas temperaturas de los meses estivales y la ausencia de precipitaciones son responsables de la formación de una costra superficial muy dura que obliga a preparar el suelo antes de poder realizar la siembra. El laboreo inicial puede realizarse en septiembre pero también durante octubre o noviembre, dependiendo de las características climáticas del año. Está tarea se lleva a cabo con un tractor y un arado de discos siguiendo el contorno de la pendiente. La siembra empieza en la segunda semana de noviembre y se realiza con la ayuda de una sembradora en línea acompañada de un escarificador o de un vibrador para enterrar las semillas. La siembra directa no es utilizada. Se usan unos 150 kg/ha de semilla. Se aplican al mismo tiempo 150 kg/ha de abonos nitrogenados, fosforados y cálcicos. En enero se vuelve a utilizar un abono nitrogenado pero solo 120 kg/ha. La cosecha se efectúa a partir de la tercera semana de junio, aunque puede realizarse antes si las espigas están secas. Las precipitaciones suelen terminarse entre finales de mayo y principios de junio. Las especies más utilizadas son el trigo duro y el triticale. Una buena cosecha alcanza una media de 2000 kg/ha, una mala menos de 1000 kg/ha. Se realiza una rotación de cultivo al año siguiente, generalmente dejando la tierra en barbecho o sembrando pasto.
El laboreo se realiza siguiendo las líneas de pendiente. Las plántulas de trigo o avena no protegen eficazmente el suelo entre noviembre y marzo, cuando la intensidad de las precipitaciones es mayor. Estos factores contribuyen a una erosión hídrica significativa. Los datos obtenidos en el Centro Experimental de Vale Formoso, situado en el municipio de Mértola, indican que el ritmo de pérdida de suelo puede superar las 2 toneladas/ha·año en cultivos de trigo. Cría de ganado. Las características del suelo y del clima hacen que la ganadería consuma tanto pastos naturales como cultivados, así como leguminosas durante el verano. A pesar de ello es importante mencionar que la base de la alimentación animal sigue siendo el pasto natural y la paja de cereales. La variabilidad climática y los incentivos a la producción ganadera contribuyen al aumento de la superficie cultivada de pastos y a la producción de leguminosas (en general altramuz). Estas dos prácticas se describen a continuación.
A través de la descripción de estas prácticas agrícolas, las más comunes en el Alentejo, aparece con claridad que algunas son mejores que otras en cuanto a la utilización de los recursos del suelo. Es por lo tanto fundamental que los agricultores adquieran los conocimientos y la comprensión que permitan una reducción de la pérdida de fertilidad de los suelos y con ello contribuyan a la lucha contra la desertificación. g Cuenca del
Guadalentín,
sudeste de España Cambio
de uso del suelo a una agricultura de regadío: Ciertos
agricultores llevan a cabo la puesta en regadío de terrenos
dedicados previamente al secano en los que las condiciones del suelo no
son adecuadas para esta intensificación. Cultivo
de laderas: El cultivo de parcelas con gran pendiente acelera los
procesos erosivos. Los agricultores ponen estas áreas en cultivo buscando un complemento de
renta o un subsidio europeo. El problema de la erosión se vuelve
aún más crítico cuando la dirección de
laboreo no es paralela sino perpendicular al contorno, una
elección asociada a ciertas técnicas de
recolección. Riego
con aguas salinas: Las explotaciones de secano intensifican en ocasiones su actividad mediante el uso de sistemas
de riego. La disponibilidad de agua es un serio problema en la zona
mediterránea y en muchos casos su calidad es insuficiente para
un uso agrícola. El riego con aguas altamente salinas acelera
los procesos de degradación del suelo. Operaciones
de laboreo excesivas: Algunos agricultores consideran que se debe
labrar tanto como sea posible. Los suelos son labrados para mejorar su
capacidad de retención de agua durante la estación
lluviosa pero esto hace que pierdan su cobertura vegetal lo que, a su
vez, facilita la pérdida de suelo. Pastoreo
intensivo: El pastoreo sin control hace que el suelo pierda la
protección ofrecida por la vegetación. Este
empobrecimiento de la vegetación conduce a un proceso de
degradación del suelo desprotegido. Cultivo de bosques (arbustos y árboles): El equilibrio ecológico de las zonas boscosas mediterráneas es muy frágil. El cultivo de esas zonas de arbustos seminaturales suele conducir, después de un corto periodo, al abandono por parte de los agricultores y a la aceleración consiguiente de los procesos de degradación. Eliminación de la cobertura vegetal: Los agricultores consideran que la vegetación adventicia compite por el agua de lluvia con los cultivos, así es que la eliminan. Fuego: Algunos
agricultores queman el rastrojo al final de la temporada como
preparación del suelo para el cultivo siguiente. Esto conlleva
dos consecuencias negativas (aparte del riesgo de provocar un
incendio): la pérdida de biomasa que hubiera podido incorporarse
al suelo y la pérdida de protección frente a la
erosión provocada por lluvias intensas. g Cuenca del Agri, Italia El
paisaje de las áreas de montañas y colinas de la cuenca
del Agri es un producto de las prácticas agrícolas de
secano que comparte numerosos problemas con el resto de las regiones
mediterráneas. Los sistemas de organización del espacio
rural, definidos en el pasado por un delicado equilibrio entre las
actividades agrícolas y pastorales, se han visto marginados por
una serie de procesos que puede observarse al analizar las
estadísticas económicas y sociales. Estas áreas se
caracterizan por una fuerte despoblación y una baja densidad de
población (por ejemplo la densidad en Aliano y Craco es seis
veces menor que la media regional). La estructura de edad de la
población así como el cambio generacional muestran
tendencias negativas reforzadas por los elevados
índices de desempleo.
La agricultura sigue siendo la actividad principal de estas zonas. El cultivo de cereales (especialmente trigo) se acompaña de una eliminación progresiva del matorral mediterráneo así como de la remodelación continua de los perfiles de ladera con el fin de permitir una mecanización más eficaz de las operaciones de cultivo.
Los
sistemas agrícolas son extremadamente simples y se basan en el
cereal como cultivo principal. Solo existe un interés marginal
por el cultivo del olivo y la ganadería (ovina y caprina). Sin
embargo los sistemas agrícolas están viviendo un
inevitable proceso de reorganización debido a la falta de mano
de obra. La extensión del cultivo del trigo se ha visto
favorecida por diversos factores. En primer lugar el cambio de
rentabilidad de los cultivos producido por las subvenciones europeas.
En segundo lugar las políticas locales que han permitido la
creación de zonas industriales en las tierras bajas. La
absorción de mano de obra por parte de otros sectores
económicos ha favorecido el cultivo de cereales que, gracias a
la mecanización, requiere menos trabajo. Los productores de alimentos van a experimentar una gran presión debido a la competencia que supone la entrada en la Unión Europea de los países de Europa Central y Oriental (PECO). Los elementos más dinámicos del sector agrícola (en términos de perfil estructural y de renta) están intentando reaccionar creando un valor añadido para los productos locales mediante su vinculación al territorio de origen. El
intercambio de información con los actores locales del Agri,
realizado en el marco del proyecto DESERTLINKS, puso de manifiesto el
hecho de que en esta zona existe una gran sensibilización frente
al problema de la erosión así como una comprensión
clara de sus causas (laboreo frecuente, profundo y perpendicular al
contorno; compactación; nivelado de calanchi; eliminación de
matorral mediterráneo; quema de rastrojos; ausencia de
rotación de cultivos). A pesar de ello la adopción de
buenas prácticas agrícolas es aún limitada y la
transferencia de conocimientos sobre la gestión del suelo es muy
escasa. Se necesita proseguir las investigaciones con el fin de
comprender cuáles son los elementos que determinan la
elección de las prácticas por parte de los actores
locales.
Algunos agricultores innovadores han introducido la siembra de césped en las prácticas de cultivo del trigo duro, adaptando la técnica al contexto local. La hierba no es eliminada lo que supone una disminución de la presión mecánica ejercida sobre el suelo. Los fenómenos de erosión hídrica (el más importante problema de degradación en esta zona) se ven así reducidos o desaparecen. g Lesvos, Grecia La isla de Lesvos, de una
superficie de 163.429 hectáreas, se encuentra en la parte
nordeste del mar Egeo. La región occidental de la isla
está gravemente degradada y desertificada, mientras que el resto
de la superficie presenta una elevada sensibilidad a la
desertificación (Kosmas et al., 2000). Los usos principales del
suelo son olivares, pinares y pastos que representan respectivamente un
41,2%, un 23% y un 22,6%
de la superficie total de la isla. Los bosques de Quercus y los cultivos anuales
no están muy extendidos, cubriendo un 7,1% y un 5,3%. La
erosión del suelo debida al desmoronamiento de terrazas y al
sobrepastoreo, junto a la salinización de tierras bajas debida
al drenaje deficiente y a la sobreexplotación de las aguas
subterráneas, son los mayores procesos de degradación del
suelo y de desertificación con los que se enfrenta esta zona. La cría de ganado es una de las actividades agrícolas principales en los montes del oeste y del centro de la isla. Los pastos se sitúan sobre todo en las áreas de colinas cubiertas de vegetación arbustiva (Sarcopoterium sp.), de bosques de Quercus caducos aislados y de Quercus perennes. Las zonas de pastoreo se extienden parcialmente al interior de los bosques de pinos pero su rendimiento es muy bajo por falta de vegetación en el horizonte inferior. Los olivares sirven de zonas de pastoreo para animales que vienen desde otras zonas durante dos o tres meses en primavera, después de la cosecha. Hoy en día la presencia de ganado (unos 350.000 animales incluyendo ovejas, cabras y vacas) es general en toda la isla de Lesvos, aunque la mayor parte se encuentra en las zonas central y occidental. La tierra sufre un sobrepastoreo debido a la alta concentración de animales en la zona clasificada como de pastizal. El número medio de animales por hectárea va de 3,8 a 5,7 independientemente de las características del terreno. La cantidad de pasto disponible no es suficiente para satisfacer las necesidades del ganado. Esta baja productividad obliga los agricultores a suplementar la dieta del ganado con productos transportados desde otras zonas. Los pastores dañan la vegetación natural al iniciar deliberadamente incendios con el fin de erradicar esa vegetación y favorecer el crecimiento de nuevos pastos que sufren luego un pastoreo excesivo. El proceso de degradación de la tierra provocado por la degradación de la vegetación y la compactación del suelo se ve grandemente acelerado por la alta densidad de animales. Varias de las zonas utilizadas actualmente para pasto habían sido previamente cultivadas, principalmente con especies de secano como los cereales. Pero la escasa productividad de la mayoría de estas tierras hizo que fueran abandonadas hace 40-45 años. Tras el abandono y la emigración de la población local hacia las ciudades principales, las tierras se arrendaron y han venido siendo utilizadas para pastos.
La otra actividad agrícola importante en la isla es el cultivo del olivo, que cubre una superficie de 60.966 hectáreas. Los olivares se sitúan sobre todo en zonas de monte y en alguna zona llana con suelos relativamente profundos. Las tres prácticas de manejo principales que se aplican son las siguientes: (a) ni laboreo ni tratamientos pesticidas, (b) no laboreo con aplicación de pesticidas y (c) laboreo sin tratamientos pesticidas. Recientemente se ha asistido a una gran reducción de las aplicaciones de pesticidas y fertilizantes a causa de la introducción de la producción ecológica de aceite de oliva. La tierra es cultivada con la ayuda de animales o con pequeños tractores de dos ruedas. La mecanización completa del cultivo se ve dificultada por las acusadas pendientes y la presencia de terrazas estrechas que limitan el uso de maquinaria pesada. Los abonos inorgánicos son aplicados en ciertos terrenos en cantidades que van de 0,5 a 2,5 kg por árbol. En las zonas de monte
dedicadas al olivar (con pendientes que suelen superar el 6%) se
construyeron hace cientos de años terrazas consolidadas con
piedras. Estas construcciones presentan una forma de media luna en las
terrazas individuales dedicadas a un sólo árbol o bien adoptan una
estructura linear que sigue las líneas de contorno. El suelo que
rellena las terrazas fue traído de otros lugares. Si la terraza
se desmorona el suelo es inmediatamente arrastrado por las lluvias, el
material original consolidado aparece en la superficie y el terreno es
rápidamente degradado.
La práctica de conservación del suelo que representan las terrazas requiere mucha mano de obra para su mantenimiento. Durante las últimas décadas se ha producido una marcada desvalorización de estas terrazas debido a: (a) las dificultades asociadas al acceso y a la utilización de maquinaria, (b) la depreciación del aceite de oliva y el aumento de los costes de mano de obra y (c) la elevada emigración hacia la Grecia continental. Los estudios detallados
efectuados sobre el colapso de las terrazas (Kosmas et
al., 1998) muestran que su
estabilidad depende principalmente de la inclinación de la
pendiente, del tipo de suelo, de la composición de las piedras y
de las prácticas de manejo. Las piedras empleadas en la
construcción de las terrazas presentan diferentes estados de
meteorización y desintegración que permiten relacionar la
tasa de colapso con el material original del suelo. Las terrazas
construidas con piedras derivadas de lavas y esquistos tienen una tasa
de colapso superior debido a la meteorización. El mármol
es el material original que ofrece una mayor estabilidad a las
terrazas. La frecuencia de colapso es mayor en las áreas con
suelos formados sobre lava o mármol. Esto puede atribuirse tanto
al origen de la piedra como a otros factores, por ejemplo el
coeficiente de extensibilidad linear (COLE) de los suelos derivados.
El COLE del suelo utilizado en el relleno de la terraza afecta en gran medida a su estabilidad. Si el COLE es alto la presión horizontal ejercida por el suelo mojado es alta, sobre todo en la base de la terraza, y se produce un fenómeno de hinchado seguido de una desestabilización y finalmente del desmoronamiento de la terraza. Los valores de COLE más elevados se dan en suelos formados sobre margas o sobre rocas ultrabásicas. Los valores más bajos se encuentran en suelos formados sobre pizarras o sobre lavas volcánicas.
La inclinación de la pendiente afecta de manera importante a la estabilidad estructural de las terrazas. Se pueden distinguir tres clases de pendientes críticas: (a) menos de un 15%, (b) 15-35% y (c) más de un 35%. Las terrazas construidas en pendientes de menos de un 15% no sufren prácticamente ninguna alteración si se mantienen las condiciones de manejo que prevalecen en esta zona. La tasa de colapso aumenta de forma casi lineal con el incremento de la pendiente entre 15% y 35%. La tasa de colapso es muy alta en las pendientes superiores a un 35%.
Si consideramos que la conservación de las terrazas es absolutamente necesaria para la protección de los terrenos, los olivares pueden ser clasificados en cuatro categorías según la prioridad que presente su mantenimiento. La clasificación se basa en los parámetros siguientes: (a) inclinación de la pendiente, (b) tipo de material original y (c) COLE. En función de estos criterios la mayoría de los olivares en Lesvos requiere una intervención inmediata para la protección de las terrazas. Un 32,6% de los olivares necesita una intervención de mantenimiento de las terrazas inmediata y un 44,3% presenta una prioridad de mantenimiento intermedia. Referencias
g Descripción general de la interrelación de los indicadores El marco de referencia que permite la comprensión de los procesos relacionados con las prácticas agrícolas inapropiadas en tierras de secano incluye las condiciones climáticas, económicas y de suelo así como el tipo y la intensidad de uso del suelo. Las condiciones climáticas y de suelo (especialmente en climas áridos o semiáridos), junto al uso del suelo, determinan los recursos disponibles y las prácticas agrícolas incluyendo las actividades pastorales. Por ejemplo, la Rainfall seasonality - Estactionalidad de las lluvias determina cuándo y cómo el agricultor prepara el suelo para que sea capaz de almacenar el agua. El conjunto de estas condiciones determina los Net farm income - Ingresos netos de la explotación. Las condiciones climáticas y de suelo definen los límites de una zona en términos de recursos y de posibilidades de explotación. El tipo de uso del suelo permite estimar los ingresos potenciales que se pueden esperar de una zona así como las prácticas agrícolas que ello requiere. Las condiciones económicas, los precios agrarios y las ayudas de la UE son también esenciales a la hora de estimar los ingresos de la explotación, la verdadera piedra angular de este problema de las prácticas agrícolas inapropiadas. En las áreas poco productivas, como es el caso de las áreas semiáridas mediterráneas, los EU production subsidies - Subsidios de la Producción de la UE son muy importantes, llegando a superar en importancia a los ingresos obtenidos por la venta de los productos. Sin estas ayudas los agricultores no podrían continuar su actividad. Por esta razón los subsidios de la UE han de ser considerados como un factor importante en la gestión del territorio y en la lucha contra la desertificación. Los ingresos de la explotación son un elemento básico para comprender las cuestiones de manejo del suelo y prácticas agrícolas asociadas con la desertificación en zonas de secano. Los ingresos determinan la capacidad del agricultor para invertir en infraestructuras y en horas de trabajo (incluyendo las operaciones de conservación) dedicadas a su explotación. También influyen en los esfuerzos que está dispuesto a hacer. Los agricultores intentan obtener un beneficio máximo de sus explotaciones, por lo que orientan sus producciones hacia los cultivos que pueden aportar los mejores precios o que aseguran un beneficio (por ejemplo gracias a los subsidios). Esto puede explicar la relación que existe entre las áreas que benefician de subsidios y los cambios que se producen tanto en los regímenes de cultivo como en las prácticas utilizadas. En ocasiones (cada vez más a menudo en muchas regiones áridas) la actividad agrícola se vuelve tan difícil que los agricultores y sus familias no consiguen subsistir sin recurrir a un Parallel employment - Empleo alternativo. Esto permite obtener un complemento de ingresos pero afecta a la gestión de la tierra puesto que el agricultor dispone de menos tiempo y energía para las actividades agrícolas. Por otro parte, existen otras circunstancias o condiciones socioeconómicas que aumentan la presión sobre los diferentes usos del suelo:
Los condicionantes siguientes nos ayudan a entender los problemas asociados con el manejo del suelo ya que pesan sobre las decisiones de los agricultores, convirtiéndose en fuerzas conductoras de los cambios en la gestión del suelo:
Los procesos de degradación del suelo pueden comenzar como resultado de una combinación negativa de estos cambios en la gestión del suelo. Esto puede producirse tanto en tierras abandonadas como en parcelas cultivadas que no reciben suficientes medidas de conservación. El resultado final es el proceso de desertificación. Las acciones de lucha contra la desertificación no deberían demorarse hasta que los procesos de desertificación hayan comenzado, ya que las soluciones son entonces más difíciles, más costosas y menos efectivas. Las respuestas deben centrarse en las cuestiones de gestión del suelo y en las condiciones socioeconómicas de los agricultores. La lucha contra la desertificación solo puede tener éxito si los agricultores mantienen su actividad, si se incorporan medidas de conservación a la gestión del suelo y si la Land use evolution - Evolución de los usos del suelo conduce a usos sostenibles. El Policy enforcement - Grado de cobertura territorial de las normativas de protección medioambiental, que debe incluir la reglamentación y el apoyo a las prácticas agro-medioambientales así como medidas socioeconómicas (como reorientar subsidios u otras ayudas hacia la población rural), es la clave de la lucha contra la desertificación en las zonas agrícolas de secano. |