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Sistema de Indicadores sobre Desertificación para la Europa Mediterránea

 

Las principales cuestiones asociadas con la desertificación en el Mediterráneo

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Prácticas agrícolas inapropiadas en tierras de secano de productividad marginal
Autor principal: Jorge García Gómez <jorgegg@um.es>
Con contribuciones de: Maria José Roxo y Pedro Cortesao Casimiro <mj.roxo@iol.pt>, Giovanni Quaranta, Rosanna Salvia <quaranta@unibas.it>, Constantinos Kosmas <lsos2kok@aua.gr>
Traducción: Juan Ramón Molina Menor
g Descripción de las razones que llevan a prácticas inapropiadas en secano y por qué son un problema en el contexto de la desertificación
g Ejemplos de prácticas inapropiadas en secano en áreas mediterráneas
g Portugal
g España
g Italia
g Grecia
g Descripción general de la interrelación de los indicadores
Tabla de indicadores específicamente relacionados con este problema

g Descripción de las razones que llevan a prácticas inapropiadas en secano y por qué son un problema en el contexto de la desertificación
Autor: Jorge García Gómez <jorgegg@um.es>

La agricultura de secano es cada vez más marginal en la Europa mediterránea. Este tipo de agricultura se ve restringido a las tierras más marginales mientras que la agricultura de regadío utiliza los suelos más productivos de las tierras bajas que dispongan de agua (a excepción de los casos de puesta en regadío de zonas tradicionalmente dedicadas al secano que se llevan a cabo en algunos lugares donde se ha facilitado el acceso al agua para riego). Las prácticas agrícolas de secano son particularmente importantes porque las tierras usadas para este tipo de agricultura son extremadamente sensibles a las medidas de gestión del suelo adoptadas por los agricultores. Los procesos de erosión y de degradación de las tierras de secano se ven acelerados por la aplicación de prácticas agrícolas inapropiadas, lo que conduce a la desertificación. Las condiciones climáticas constituyen uno de los principales factores determinantes para la agricultura, sobre todo en la zona mediterránea, caracterizada por las precipitaciones irregulares y las temperaturas estivales elevadas. Estos factores son aún más importantes en el caso de la agricultura de secano porque muchas de las prácticas agrícolas tienen como objetivo la preparación del suelo para que el aprovechamiento del agua de lluvia sea máximo. Las condiciones del suelo derivan del material original y su desarrollo depende de muchos factores que incluyen el clima, los incendios, los usos del suelo y las prácticas agrícolas. La pérdida de la fina capa de suelo fértil acelera el desarrollo de los procesos de degradación.

Cultivo extensivo de laderas en Punto Lumbreras, Béjar (fotografía de F. López-Bermúdez).

Las razones que llevan a la aplicación de prácticas agrícolas inapropiadas están estrechamente relacionadas con los cambios sociales y económicos que experimentan las áreas rurales. El bajo precio de los productos de la agricultura de secano unido a la competencia de otros países hace que los agricultores tengan dificultades crecientes para mantener unos ingresos suficientes. En estos casos los agricultores adoptan métodos de cultivo diferentes o nuevos cultivos con el objetivo de obtener ayudas públicas, o eligen cultivos más rentables aunque las condiciones del suelo puedan no ser las adecuadas. También pueden decidir el cultivo de zonas de bosque o de monte, o bien abandonar la actividad agrícola. Este proceso se ve favorecido por la fragmentación de la tierra: mientras que cada vez se necesita una mayor superficie cultivada para mantener los ingresos necesarios para una familia, las parcelas disminuyen su tamaño debido a las divisiones asociadas a las herencias o a la venta. Esto supone que los nuevos agricultores pasen a considerar su actividad como algo secundario (no es su fuente de ingresos principal) o la limiten al fin de semana, dedicando mucho menos esfuerzo a ella. A veces esto no es suficiente para mantener la calidad del suelo o para aplicar medidas de conservación. También se debe mencionar el papel que representa el pastoreo intensivo. En ciertas zonas (como el Guadalentín) la cría de ganado se ha reducido prácticamente a la producción intensiva porcina (u otra) en sistemas estabulados. Sin embargo, en otras zonas, el pastoreo intensivo pone una gran presión sobre los recursos pastorales que conduce finalmente a problemas de degradación cuando la cobertura vegetal es eliminada.

Cabras pastando en Fuente Caputa, Mula (fotografía de F. López-Bermúdez).

Para comprender completamente esta cuestión es también necesario considerar la falta de información acerca de las mejores prácticas agrícolas. Los problemas de erosión y desertificación no son considerados prioritarios por parte de muchos políticos, por lo que no se realizan suficientes esfuerzos para mejorar la sensibilización de la sociedad. Aunque existe una idea clara de las consecuencias del problema, sólo se conoce de forma difusa en qué consiste y cuáles son sus razones. Si la percepción del problema es poco precisa las acciones para combatirlo no pueden serlo tampoco. En las zonas frágiles se puede considerar como una práctica inapropiada el hecho de no integrar en las prácticas de gestión agrícola medidas para evitar los procesos de degradación.

¿Por qué constituye ésto un problema? Las prácticas agrícolas inapropiadas conducen al empobrecimiento del suelo y de la vegetación. Este empobrecimiento supone una pérdida de renta para la explotación, acelerada por el hecho de que la agricultura de secano es cada vez menos rentable en ciertas áreas, lo que puede conducir al abandono de la tierra. Cuando las explotaciones de secano son abandonadas no suelen recuperar el estado previo (que se alcanzaría tras un largo periodo de tiempo durante el cual los riesgos de padecer procesos erosivos son muy altos) sino que sufren rápidos procesos de erosión y de degradación.

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g Ejemplos de prácticas inapropiadas en secano en áreas mediterráneas

g Bajo Alentejo interior, Portugal
Autores: Maria José Roxo y Pedro Cortesao Casimiro <mj.roxo@iol.pt>

A pesar de su potencial agrícola extremadamente bajo, una superficie significativa de los suelos del municipio de Mértola ha sido utilizada de forma continua durante un muy largo periodo. Los estudios efectuados acerca de los cambios en el uso del suelo (Roxo 1994, Casimiro 2002) revelan que durante ciertos periodos del siglo diecinueve y veinte la cría de ganado y el cultivo de cereales constituían las principales actividades alternando con, por ejemplo, la producción exclusiva de cereales durante las diferentes fases de las Campañas del Trigo promovidas por el Estado Novo. La producción agrícola actual sigue estando basada en la producción de cereales y el pastoreo, por lo que vamos a describir estas dos actividades y las técnicas que se relacionan con ellas.

Cultivo de cereales. El cultivo de cereales (trigo y avena) requiere la preparación del suelo. Esta tarea se realiza desde septiembre hasta las primeras lluvias, el periodo en el que las máquinas pueden trabajar el suelo. Las altas temperaturas de los meses estivales y la ausencia de precipitaciones son responsables de la formación de una costra superficial muy dura que obliga a preparar el suelo antes de poder realizar la siembra.

El laboreo inicial puede realizarse en septiembre pero también durante octubre o noviembre, dependiendo de las características climáticas del año. Está tarea se lleva a cabo con un tractor y un arado de discos siguiendo el contorno de la pendiente. La siembra empieza en la segunda semana de noviembre y se realiza con la ayuda de una sembradora en línea acompañada de un escarificador o de un vibrador para enterrar las semillas. La siembra directa no es utilizada. Se usan unos 150 kg/ha de semilla. Se aplican al mismo tiempo 150 kg/ha de abonos nitrogenados, fosforados y cálcicos. En enero se vuelve a utilizar un abono nitrogenado pero solo 120 kg/ha.

La cosecha se efectúa a partir de la tercera semana de junio, aunque puede realizarse antes si las espigas están secas. Las precipitaciones suelen terminarse entre finales de mayo y principios de junio. Las especies más utilizadas son el trigo duro y el triticale. Una buena cosecha alcanza una media de 2000 kg/ha, una mala menos de 1000 kg/ha. Se realiza una rotación de cultivo al año siguiente, generalmente dejando la tierra en barbecho o sembrando pasto.

Siembra del trigo, Vale Formoso, Mértola (fotografía de Maria Roxo y Pedro Casimiro).

El laboreo se realiza siguiendo las líneas de pendiente. Las plántulas de trigo o avena no protegen eficazmente el suelo entre noviembre y marzo, cuando la intensidad de las precipitaciones es mayor. Estos factores contribuyen a una erosión hídrica significativa. Los datos obtenidos en el Centro Experimental de Vale Formoso, situado en el municipio de Mértola, indican que el ritmo de pérdida de suelo puede superar las 2 toneladas/ha·año en cultivos de trigo.

Cría de ganado. Las características del suelo y del clima hacen que la ganadería consuma tanto pastos naturales como cultivados, así como leguminosas durante el verano. A pesar de ello es importante mencionar que la base de la alimentación animal sigue siendo el pasto natural y la paja de cereales. La variabilidad climática y los incentivos a la producción ganadera contribuyen al aumento de la superficie cultivada de pastos y a la producción de leguminosas (en general altramuz). Estas dos prácticas se describen a continuación.

  • Praderas de trébol. El cultivo de este pasto requiere varias condiciones iniciales previas: 1) Si existe una vegetación densa (arbustos), la primera tarea es la limpieza y la destrucción de los arbustos. En general se corta la vegetación (Cistus y otras especies) con la ayuda de máquinas y se amontona. Si los restos tienen valor económico se recogen (para madera o carbón vegetal) y si no se queman. 2) La vegetación menos densa se elimina con un arado de discos. 3) La paja de cereales o el pasto natural son quemados. Esta práctica sigue siendo utilizada a pesar de que reduce el contenido de nitrógeno en el suelo y favorece la erosión hídrica. 4) Las plantas se incorporan al suelo mediante un simple laboreo.

    Tras esta primera preparación se efectúa un segundo laboreo con arado de discos o escarificador, a una profundidad de 25-30 cm. Esto conduce,
    en los suelos muy poco profundos, a la fragmentación de la roca meteorizada y a la incorporación de los fragmentos al suelo con el consiguiente aumento de la pedregosidad. La media del tiempo que supone esta labor es de unas dos horas por hectárea. El estado del suelo es un aspecto importante. Si el agricultor no lo considera suficientemente suelto y ligero se vuelve a labrar. Esta operación se realiza en octubre coincidiendo con las primeras lluvias y se repite tantas veces como sea necesario hasta que el suelo esté preparado. La fertilización y la siembra se efectúan después de esta preparación. Se utilizan unos 150 kg/ha de calcio y nitrógeno, y aproximadamente 25-30 kg/ha de semillas de trébol que se esparcen con una sembradora y se entierran a 2 cm de profundidad con un escarificador.

    El pasto empieza a crecer con las precipitaciones subsiguientes y puede ser consumido por el ganado hasta finales de febrero. Durante la primavera se debe detener el pastoreo para permitir la producción de semillas y la siembra natural. Una pradera de trébol puede ocupar el suelo durante siete años si está bien manejada. Solo necesita un abonado anual de unos 100 kg/ha que se debe aplicar con las primeras lluvias de octubre. Estos terrenos pueden sembrarse con avena, leguminosas o trigo en la rotación siguiente.

    Las características climáticas y de suelo hacen que el número apropiado de animales por hectárea sea de 3 a 4 ovejas. Sin embargo la realidad es bastante diferente. La siembra de pastos es una práctica aún poco extendida y la densidad de pastoreo es de 6 a 7 ovejas/ha e incluso mucho más en ciertas ocasiones. Las situaciones de sobrepastoreo son por lo tanto comunes y esto tiene como consecuencia la degradación del suelo.

  • Leguminosas, especialmente altramuz. La siembra de leguminosas suele realizarse en octubre sobre paja de trigo o avena, sin preparación previa del suelo. Se esparcen unos 80-90 kg/ha de semilla que se entierran con una rastra lisa. No se abona.

    Los altramuces pueden alimentar directamente al ganado a partir del mes de julio y no es necesario labrar durante dos años ya que las semillas se mantienen en el suelo ayudadas por el trasiego de los animales. La falta de incentivos para la adopción de este tipo de cultivo hace que su uso sea menos común de lo que sería deseable.

Campo de altramuz, Sierra de Mértola, Mértola (fotografía de Maria Roxo y Pedro Casimiro).

A través de la descripción de estas prácticas agrícolas, las más comunes en el Alentejo, aparece con claridad que algunas son mejores que otras en cuanto a la utilización de los recursos del suelo. Es por lo tanto fundamental que los agricultores adquieran los conocimientos y la comprensión que permitan una reducción de la pérdida de fertilidad de los suelos y con ello contribuyan a la lucha contra la desertificación.

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g Cuenca del Guadalentín, sudeste de España
Autor: Jorge García Gómez <jorgegg@um.es>

Cambio de uso del suelo a una agricultura de regadío: Ciertos agricultores llevan a cabo la puesta en regadío de terrenos dedicados previamente al secano en los que las condiciones del suelo no son adecuadas para esta intensificación.

Cultivo de laderas: El cultivo de parcelas con gran pendiente acelera los procesos erosivos. Los agricultores ponen estas áreas en cultivo buscando un complemento de renta o un subsidio europeo. El problema de la erosión se vuelve aún más crítico cuando la dirección de laboreo no es paralela sino perpendicular al contorno, una elección asociada a ciertas técnicas de recolección.

Riego con aguas salinas: Las explotaciones de secano intensifican en ocasiones su actividad mediante el uso de sistemas de riego. La disponibilidad de agua es un serio problema en la zona mediterránea y en muchos casos su calidad es insuficiente para un uso agrícola. El riego con aguas altamente salinas acelera los procesos de degradación del suelo.

Operaciones de laboreo excesivas: Algunos agricultores consideran que se debe labrar tanto como sea posible. Los suelos son labrados para mejorar su capacidad de retención de agua durante la estación lluviosa pero esto hace que pierdan su cobertura vegetal lo que, a su vez, facilita la pérdida de suelo.

Pastoreo intensivo: El pastoreo sin control hace que el suelo pierda la protección ofrecida por la vegetación. Este empobrecimiento de la vegetación conduce a un proceso de degradación del suelo desprotegido.

Cultivo de bosques (arbustos y árboles): El equilibrio ecológico de las zonas boscosas mediterráneas es muy frágil. El cultivo de esas zonas de arbustos seminaturales suele conducir, después de un corto periodo, al abandono por parte de los agricultores y a la aceleración consiguiente de los procesos de degradación.

Eliminación de la cobertura vegetal: Los agricultores consideran que la vegetación adventicia compite por el agua de lluvia con los cultivos, así es que la eliminan.

Fuego: Algunos agricultores queman el rastrojo al final de la temporada como preparación del suelo para el cultivo siguiente. Esto conlleva dos consecuencias negativas (aparte del riesgo de provocar un incendio): la pérdida de biomasa que hubiera podido incorporarse al suelo y la pérdida de protección frente a la erosión provocada por lluvias intensas.

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g Cuenca del Agri, Italia
Autores: Giovanni Quaranta, Rosanna Salvia <quaranta@unibas.it>

El paisaje de las áreas de montañas y colinas de la cuenca del Agri es un producto de las prácticas agrícolas de secano que comparte numerosos problemas con el resto de las regiones mediterráneas. Los sistemas de organización del espacio rural, definidos en el pasado por un delicado equilibrio entre las actividades agrícolas y pastorales, se han visto marginados por una serie de procesos que puede observarse al analizar las estadísticas económicas y sociales. Estas áreas se caracterizan por una fuerte despoblación y una baja densidad de población (por ejemplo la densidad en Aliano y Craco es seis veces menor que la media regional). La estructura de edad de la población así como el cambio generacional muestran tendencias negativas reforzadas por los elevados índices de desempleo.

La cuenca del Agri se encuentra en la región de Basilicata en el sur de Italia. Esta situada en el corazón de los montes Apeninos de Basilicata y abarca 1.730 kilómetros cuadrados, contando con una población de 94.291 habitantes. El río Agri recorre 136 km hasta desembocar en el mar Mediterráneo.

La agricultura sigue siendo la actividad principal de estas zonas. El cultivo de cereales (especialmente trigo) se acompaña de una eliminación progresiva del matorral mediterráneo así como de la remodelación continua de los perfiles de ladera con el fin de permitir una mecanización más eficaz de las operaciones de cultivo.

Cultivo extensivo de calanchi, Cuenca del Agri (fotografía de G. Quaranta).

Los sistemas agrícolas son extremadamente simples y se basan en el cereal como cultivo principal. Solo existe un interés marginal por el cultivo del olivo y la ganadería (ovina y caprina). Sin embargo los sistemas agrícolas están viviendo un inevitable proceso de reorganización debido a la falta de mano de obra. La extensión del cultivo del trigo se ha visto favorecida por diversos factores. En primer lugar el cambio de rentabilidad de los cultivos producido por las subvenciones europeas. En segundo lugar las políticas locales que han permitido la creación de zonas industriales en las tierras bajas. La absorción de mano de obra por parte de otros sectores económicos ha favorecido el cultivo de cereales que, gracias a la mecanización, requiere menos trabajo.

Los productores de alimentos van a experimentar una gran presión debido a la competencia que supone la entrada en la Unión Europea de los países de Europa Central y Oriental (PECO). Los elementos más dinámicos del sector agrícola (en términos de perfil estructural y de renta) están intentando reaccionar creando un valor añadido para los productos locales mediante su vinculación al territorio de origen.

El intercambio de información con los actores locales del Agri, realizado en el marco del proyecto DESERTLINKS, puso de manifiesto el hecho de que en esta zona existe una gran sensibilización frente al problema de la erosión así como una comprensión clara de sus causas (laboreo frecuente, profundo y perpendicular al contorno; compactación; nivelado de calanchi; eliminación de matorral mediterráneo; quema de rastrojos; ausencia de rotación de cultivos). A pesar de ello la adopción de buenas prácticas agrícolas es aún limitada y la transferencia de conocimientos sobre la gestión del suelo es muy escasa. Se necesita proseguir las investigaciones con el fin de comprender cuáles son los elementos que determinan la elección de las prácticas por parte de los actores locales.

Siembra de césped (fotografía de G. Quaranta).

Algunos agricultores innovadores han introducido la siembra de césped en las prácticas de cultivo del trigo duro, adaptando la técnica al contexto local. La hierba no es eliminada lo que supone una disminución de la presión mecánica ejercida sobre el suelo. Los fenómenos de erosión hídrica (el más importante problema de degradación en esta zona) se ven así reducidos o desaparecen.

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g Lesvos, Grecia
Autor: Constantinos Kosmas <lsos2kok@aua.gr>

La isla de Lesvos, de una superficie de 163.429 hectáreas, se encuentra en la parte nordeste del mar Egeo. La región occidental de la isla está gravemente degradada y desertificada, mientras que el resto de la superficie presenta una elevada sensibilidad a la desertificación (Kosmas et al., 2000). Los usos principales del suelo son olivares, pinares y pastos que representan respectivamente un 41,2%, un 23% y un 22,6% de la superficie total de la isla. Los bosques de Quercus y los cultivos anuales no están muy extendidos, cubriendo un 7,1% y un 5,3%. La erosión del suelo debida al desmoronamiento de terrazas y al sobrepastoreo, junto a la salinización de tierras bajas debida al drenaje deficiente y a la sobreexplotación de las aguas subterráneas, son los mayores procesos de degradación del suelo y de desertificación con los que se enfrenta esta zona.

La cría de ganado es una de las actividades agrícolas principales en los montes del oeste y del centro de la isla. Los pastos se sitúan sobre todo en las áreas de colinas cubiertas de vegetación arbustiva (Sarcopoterium sp.), de bosques de Quercus caducos aislados y de Quercus perennes. Las zonas de pastoreo se extienden parcialmente al interior de los bosques de pinos pero su rendimiento es muy bajo por falta de vegetación en el horizonte inferior. Los olivares sirven de zonas de pastoreo para animales que vienen desde otras zonas durante dos o tres meses en primavera, después de la cosecha.

Hoy en día la presencia de ganado (unos 350.000 animales incluyendo ovejas, cabras y vacas) es general en toda la isla de Lesvos, aunque la mayor parte se encuentra en las zonas central y occidental. La tierra sufre un sobrepastoreo debido a la alta concentración de animales en la zona clasificada como de pastizal. El número medio de animales por hectárea va de 3,8 a 5,7 independientemente de las características del terreno. La cantidad de pasto disponible no es suficiente para satisfacer las necesidades del ganado. Esta baja productividad obliga los agricultores a suplementar la dieta del ganado con productos transportados desde otras zonas. Los pastores dañan la vegetación natural al iniciar deliberadamente incendios con el fin de erradicar esa vegetación y favorecer el crecimiento de nuevos pastos que sufren luego un pastoreo excesivo. El proceso de degradación de la tierra provocado por la degradación de la vegetación y la compactación del suelo se ve grandemente acelerado por la alta densidad de animales. Varias de las zonas utilizadas actualmente para pasto habían sido previamente cultivadas, principalmente con especies de secano como los cereales. Pero la escasa productividad de la mayoría de estas tierras hizo que fueran abandonadas hace 40-45 años. Tras el abandono y la emigración de la población local hacia las ciudades principales, las tierras se arrendaron y han venido siendo utilizadas para pastos.

Zona altamente degradada de la isla de Lesvos, utilizada para pastos (fotografía de C. Kosmas).

La otra actividad agrícola importante en la isla es el cultivo del olivo, que cubre una superficie de 60.966 hectáreas. Los olivares se sitúan sobre todo en zonas de monte y en alguna zona llana con suelos relativamente profundos. Las tres prácticas de manejo principales que se aplican son las siguientes: (a) ni laboreo ni tratamientos pesticidas, (b) no laboreo con aplicación de pesticidas y (c) laboreo sin tratamientos pesticidas. Recientemente se ha asistido a una gran reducción de las aplicaciones de pesticidas y fertilizantes a causa de la introducción de la producción ecológica de aceite de oliva. La tierra es cultivada con la ayuda de animales o con pequeños tractores de dos ruedas. La mecanización completa del cultivo se ve dificultada por las acusadas pendientes y la presencia de terrazas estrechas que limitan el uso de maquinaria pesada. Los abonos inorgánicos son aplicados en ciertos terrenos en cantidades que van de 0,5 a 2,5 kg por árbol.

En las zonas de monte dedicadas al olivar (con pendientes que suelen superar el 6%) se construyeron hace cientos de años terrazas consolidadas con piedras. Estas construcciones presentan una forma de media luna en las terrazas individuales dedicadas a un sólo árbol o bien adoptan una estructura linear que sigue las líneas de contorno. El suelo que rellena las terrazas fue traído de otros lugares. Si la terraza se desmorona el suelo es inmediatamente arrastrado por las lluvias, el material original consolidado aparece en la superficie y el terreno es rápidamente degradado.

Olivar en terrazas de la isla de Lesvos, bien protegido frente a la erosión del suelo (fotografía de C. Kosmas).

La práctica de conservación del suelo que representan las terrazas requiere mucha mano de obra para su mantenimiento. Durante las últimas décadas se ha producido una marcada desvalorización de estas terrazas debido a: (a) las dificultades asociadas al acceso y a la utilización de maquinaria, (b) la depreciación del aceite de oliva y el aumento de los costes de mano de obra y (c) la elevada emigración hacia la Grecia continental.

Los estudios detallados efectuados sobre el colapso de las terrazas (Kosmas et al., 1998) muestran que su estabilidad depende principalmente de la inclinación de la pendiente, del tipo de suelo, de la composición de las piedras y de las prácticas de manejo. Las piedras empleadas en la construcción de las terrazas presentan diferentes estados de meteorización y desintegración que permiten relacionar la tasa de colapso con el material original del suelo. Las terrazas construidas con piedras derivadas de lavas y esquistos tienen una tasa de colapso superior debido a la meteorización. El mármol es el material original que ofrece una mayor estabilidad a las terrazas. La frecuencia de colapso es mayor en las áreas con suelos formados sobre lava o mármol. Esto puede atribuirse tanto al origen de la piedra como a otros factores, por ejemplo el coeficiente de extensibilidad linear (COLE) de los suelos derivados.

Estabilidad de las terrazas de olivar en función del material original del suelo (Kosmas et al., 1998).

El COLE del suelo utilizado en el relleno de la terraza afecta en gran medida a su estabilidad. Si el COLE es alto la presión horizontal ejercida por el suelo mojado es alta, sobre todo en la base de la terraza, y se produce un fenómeno de hinchado seguido de una desestabilización y finalmente del desmoronamiento de la terraza. Los valores de COLE más elevados se dan en suelos formados sobre margas o sobre rocas ultrabásicas. Los valores más bajos se encuentran en suelos formados sobre pizarras o sobre lavas volcánicas.

Medias de los coeficientes de extensibilidad linear registrados en suelos formados sobre diversos materiales originales (MARL = depósitos margosos, PER = rocas ígneas básicas, UNCO = materiales originales no consolidados, IGN = ignimbrita, LAT = conglomerados magmáticos, SHA = pizarra y LAVA = rocas ígneas ácidas) (Kosmas et al., 1998).

La inclinación de la pendiente afecta de manera importante a la estabilidad estructural de las terrazas. Se pueden distinguir tres clases de pendientes críticas: (a) menos de un 15%, (b) 15-35% y (c) más de un 35%. Las terrazas construidas en pendientes de menos de un 15% no sufren prácticamente ninguna alteración si se mantienen las condiciones de manejo que prevalecen en esta zona. La tasa de colapso aumenta de forma casi lineal con el incremento de la pendiente entre 15% y 35%. La tasa de colapso es muy alta en las pendientes superiores a un 35%.

Relación entre la estabilidad de las terrazas y la inclinación de la pendiente en olivares de la isla de Lesvos (Kosmas et al., 1998).

Si consideramos que la conservación de las terrazas es absolutamente necesaria para la protección de los terrenos, los olivares pueden ser clasificados en cuatro categorías según la prioridad que presente su mantenimiento. La clasificación se basa en los parámetros siguientes: (a) inclinación de la pendiente, (b) tipo de material original y  (c) COLE. En función de estos criterios la mayoría de los olivares en Lesvos requiere una intervención inmediata para la protección de las terrazas. Un 32,6% de los olivares necesita una intervención de mantenimiento de las terrazas inmediata y un 44,3% presenta una prioridad de mantenimiento intermedia.

Referencias

  • Kosmas, C., Briassoulis, H., Gerontidis, St., Detsis, V., Marathaianou, M., and Dalakou, B., 1998. Lesvos-soil vegetation interactions. In: Mediterranean Desertification and Land Use - MEDALUS III final report, Target areas. Commission of the European Communities, Contract Number EV4-CT95-0119, pp. 611-682
  • Kosmas, C., Gerontidis, St., and Marathainou, M. 2000. The effect of land use change on soil and vegetation over various lithological formations on Lesvos (Greece). Catena, 40: 51-68.
  • Kosmas, C., Danalatos, N.G, and Gerontidis, St. 2000. The effect of land parameters on vegetation performance and degree of erosion under Mediterranean conditions. Catena, 40:3-17.

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g Descripción general de la interrelación de los indicadores

El marco de referencia que permite la comprensión de los procesos relacionados con las prácticas agrícolas inapropiadas en tierras de secano incluye las condiciones climáticas, económicas y de suelo así como el tipo y la intensidad de uso del suelo. Las condiciones climáticas y de suelo (especialmente en climas áridos o semiáridos), junto al uso del suelo, determinan los recursos disponibles y las prácticas agrícolas incluyendo las actividades pastorales. Por ejemplo, la Rainfall seasonality - Estactionalidad de las lluvias determina cuándo y cómo el agricultor prepara el suelo para que sea capaz de almacenar el agua.

El conjunto de estas condiciones determina los Net farm income - Ingresos netos de la explotación. Las condiciones climáticas y de suelo definen los límites de una zona en términos de recursos y de posibilidades de explotación. El tipo de uso del suelo permite estimar los ingresos potenciales que se pueden esperar de una zona así como las prácticas agrícolas que ello requiere. Las condiciones económicas, los precios agrarios y las ayudas de la UE son también esenciales a la hora de estimar los ingresos de la explotación, la verdadera piedra angular de este problema de las prácticas agrícolas inapropiadas. En las áreas poco productivas, como es el caso de las áreas semiáridas mediterráneas, los EU production subsidies - Subsidios de la Producción de la UE son muy importantes, llegando a superar en importancia a los ingresos obtenidos por la venta de los productos. Sin estas ayudas los agricultores no podrían continuar su actividad. Por esta razón los subsidios de la UE han de ser considerados como un factor importante en la gestión del territorio y en la lucha contra la desertificación.

Los ingresos de la explotación son un elemento básico para comprender las cuestiones de manejo del suelo y prácticas agrícolas asociadas con la desertificación en zonas de secano. Los ingresos determinan la capacidad del agricultor para invertir en infraestructuras y en horas de trabajo (incluyendo las operaciones de conservación) dedicadas a su explotación. También influyen en los esfuerzos que está dispuesto a hacer. Los agricultores intentan obtener un beneficio máximo de sus explotaciones, por lo que orientan sus producciones hacia los cultivos que pueden aportar los mejores precios o que aseguran un beneficio (por ejemplo gracias a los subsidios). Esto puede explicar la relación que existe entre las áreas que benefician de subsidios y los cambios que se producen tanto en los regímenes de cultivo como en las prácticas utilizadas. En ocasiones (cada vez más a menudo en muchas regiones áridas) la actividad agrícola se vuelve tan difícil que los agricultores y sus familias no consiguen subsistir sin recurrir a un Parallel employment - Empleo alternativo. Esto permite obtener un complemento de ingresos pero afecta a la gestión de la tierra puesto que el agricultor dispone de menos tiempo y energía para las actividades agrícolas. Por otro parte, existen otras circunstancias o condiciones socioeconómicas que aumentan la presión sobre los diferentes usos del suelo:

  • Urban sprawl - Extensión urbanística descontrolada (se necesitan nuevas zonas para el desarrollo turístico y otras infraestructuras). En algunas zonas áridas los agricultores reciben ofertas de compra de sus tierras para la construcción de infraestructuras turísticas. Los reducidos ingresos que aporta la actividad agrícola, junto con los altos precios que los compradores están dispuestos a pagar, hacen que los agricultores decidan abandonar la actividad agrícola y vender sus tierras, lo que conlleva cambios en el paisaje y alteraciones de los recursos.
  • Irrigation potential realised - Potencial de regadío realizado en áreas próximas. Existen enormes diferencias de ingresos entre la agricultura de regadío y la de secano. Si las explotaciones de secano se sitúan junto a una zona irrigada los agricultores se verán influenciados en sus decisiones, ya que los ingresos de la explotación pueden aumentar con el uso del regadío. Cuando es posible (si existe una forma de obtener agua) los agricultores modifican los usos del suelo y pasan a actividades de regadío. Esto no es siempre compatible con los recursos del suelo a pesar de que, hoy en día, la tecnología hace posible el uso del riego en casi cualquier situación.
  • Farmer's age - Edad del agricultor. En muchas familias de agricultores las nuevas generaciones no van a continuar con la actividad debido a los bajos ingresos. Los jóvenes reciben un nivel de educación mayor que el de sus padres y a menudo estudian lejos de las zonas rurales. Así se les presentan otras oportunidades distintas del trabajo en el campo. Incluso en muchos casos son los padres los que animan a los hijos a trabajar en otros sectores. El resultado es que los agricultores envejecen y cuando finalmente no pueden seguir trabajando la actividad agrícola es abandonada.

Los condicionantes siguientes nos ayudan a entender los problemas asociados con el manejo del suelo ya que pesan sobre las decisiones de los agricultores, convirtiéndose en fuerzas conductoras de los cambios en la gestión del suelo:

  • Land use evolution - Evolución de los usos del suelo. Los ingresos de la explotación constituyen la consideración principal de los agricultores, pero no la única. Ciertos aspectos socioeconómicos afectan a la evolución de los usos del suelo, lo que puede traducirse en cambios hacia usos más sostenibles o en todo lo contrario.
  • Fragmentation of land parcels - Fragmentación parcelaria en las explotaciones. En la agricultura de secano la propiedad de los terrenos suele estar más fragmentada que en la agricultura de regadío (donde abundan mucho más los alquileres de parcelas). Algunos agricultores venden parte de sus parcelas al abandonar la actividad agrícola. Otros fragmentan la propiedad al repartir los terrenos entre los hijos. Esta fragmentación parcelaria supone una reducción de la rentabilidad debido a que el secano requiere grandes superficies (y cada año esto es más cierto) para ser rentable. A medida que las parcelas se van dividiendo los ingresos que proporcionan disminuyen, lo que termina por convertir la actividad agrícola en una fuente de renta secundaria. Este proceso hace que el agricultor pueda acabar por abandonar la agricultura. Además las nuevas generaciones están más dispuestas a vender los terrenos que sus padres, ya que suelen sentirse menos vinculados a la tierra o simplemente se ganan la vida en otro lugar, a menudo lejos de las zonas rurales.
  • Prácticas agrícolas adaptadas. Aunque los usos del suelo no cambien hacia otra actividad distinta de la agricultura, las prácticas agrícolas cambian necesariamente para adaptarse a otros métodos de cultivo (regadío) o a las necesidades del agricultor. Si el agricultor tiene que recurrir a un empleo alternativo se verá obligado a reducir el tiempo que dedica a las actividades agrícolas. El esfuerzo realizado también será menor si la rentabilidad del cultivo disminuye. Las prácticas agrícolas tradicionales pueden ser abandonadas o modificadas. Las operaciones costosas o manuales (como la poda o la conservación de infraestructuras) suelen ser las primeras que se abandonan.

Los procesos de degradación del suelo pueden comenzar como resultado de una combinación negativa de estos cambios en la gestión del suelo. Esto puede producirse tanto en tierras abandonadas como en parcelas cultivadas que no reciben suficientes medidas de conservación. El resultado final es el proceso de desertificación.

Las acciones de lucha contra la desertificación no deberían demorarse hasta que los procesos de desertificación hayan comenzado, ya que las soluciones son entonces más difíciles, más costosas y menos efectivas. Las respuestas deben centrarse en las cuestiones de gestión del suelo y en las condiciones socioeconómicas de los agricultores. La lucha contra la desertificación solo puede tener éxito si los agricultores mantienen su actividad, si se incorporan medidas de conservación a la gestión del suelo y si la Land use evolution - Evolución de los usos del suelo conduce a usos sostenibles. El Policy enforcement - Grado de cobertura territorial de las normativas de protección medioambiental, que debe incluir la reglamentación y el apoyo a las prácticas agro-medioambientales así como medidas socioeconómicas (como reorientar subsidios u otras ayudas hacia la población rural), es la clave de la lucha contra la desertificación en las zonas agrícolas de secano.


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