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Sistema de Indicadores sobre Desertificación para la Europa Mediterránea |
g Descripción de las razones que llevan a la degradación del medio ambiente físico y por qué es un problema en el contexto de la desertificación Autor: Brian Irvine B.Irvine@geography.leeds.ac.uk Introducción. La degradación y la desertificación de la tierra son dos procesos caracterizados por el deterioro de la calidad de los terrenos en cuanto a su capacidad para sustentar un determinado uso del suelo junto a su flora y fauna asociadas. La desertificación puede ser considerada como una degradación extrema de la tierra en la que ésta pierde una gran parte de su productividad natural. La degradación suele estar asociada con una vegetación rala dotada de una escasa biodiversidad. A medida que un suelo incrementa su nivel de erosión la vegetación tiene menos posibilidades de volver a su estado inicial, creándose un círculo vicioso. Los niveles extremos de estos procesos están relacionados en general con tendencias climáticas a escala regional que pueden suponer una amenaza para amplios territorios. Algunas zonas son más sensibles a la degradación que otras. En algunos casos la degradación puede haber sido observada durante un cierto periodo de tiempo sin que se hayan puesto en marcha acciones de mitigación, mientras que otras zonas pueden haber beneficiado de acciones de restauración destinadas a paliar algunos problemas y reducir el riesgo. Los factores físicos responsables de la degradación de la tierra varían a medida que se producen cambios en el medio ambiente físico. Las zonas que presentan un riesgo de erosión pueden no estar afectadas por la salinización según varíen los parámetros climáticos y de drenaje. Erosión del suelo
(Hillel
1991, F. Basso et al., 2002, C. Kosmas et al., 2002). La erosión
del suelo es uno de los principales procesos físicos de
degradación de la tierra. En Europa es un problema importante
tanto por su coste económico como por la superficie afectada. La
erosión es un proceso natural vinculado con las lluvias
torrenciales que provoca la formación de surcos y arroyuelos,
pero su ritmo se ha visto enormemente acelerado por las actividades
humanas, especialmente el laboreo y el pastoreo. La erosión
elimina progresivamente la capa arable del suelo, la que dispone
de una mejor estructura y contiene la mayor parte de la materia
orgánica y de los nutrientes. En los lugares afectados
por la erosión del suelo, el impacto directo consiste en la
pérdida de materiales y el indirecto en la pérdida de
nutrientes. Allí donde los suelos son poco profundos, la
erosión puede acarrear una eliminación irreversible del
soporte sobre el que crece la vegetación. En los otros suelos,
la erosión elimina la capa arable, fértil, del
suelo, que contiene la mayor parte de la materia orgánica y de
los nutrientes, lo que obliga a los agricultores a realizar gastos en
cultivos de recuperación y en abonos adicionales. En los lugares
fuera de la zona directamente afectada, los materiales erosionados
pueden depositarse sobre edificios, carreteras, embalses y canales,
mientras que los nutrientes presentes en la escorrentía y en los
sedimentos aumentan la eutrofización y pueden provocar el
desarrollo de algas. Lo efectos a distancia de la erosión pueden
resultar más costosos que los efectos locales y, de hecho, ya
están amenazando la implementación de la Directiva Marco
del Agua de la UE, particularmente en lo que se refiere a los nitratos. Las intervenciones
destinadas a controlar la erosión requieren tanto una buena
estimación del problema como estrategias de restauración.
Una acción eficaz necesita una considerable inversión en
dinero y tiempo. La estimación objetiva a gran escala es necesaria a la hora de determinar las zonas en las
que la erosión es más grave y en las que se
deberían concentrar los recursos para realizar estudios
detallados y restaurar los suelos. Las estimaciones a escala local se
hacen necesarias más tarde con el fin de identificar las zonas
que merecen ser conservadas y estudiar los factores específicos
para cada una de ellas. Las estrategias de recuperación incluyen
los cambios en el uso del suelo a escala regional, la
identificación de áreas sensibles para las intervenciones
a escala local y los planes detallados de conservación a escala
de explotación agrícola. Salinización (L.
Postiglione 2002, A.J. Conacher and M. Sala. 1998 [1]). En
general, cuanto más salino es un suelo más limitada es la
vegetación que alberga. La salinización consiste en la
acumulación de sales naturales o artificiales en el suelo. Puede
producirse de diferentes maneras:
Algunos tipos de vegetación crecen mejor en suelos ligeramente salinos, pero hay límites a partir de los cuales las plantas mueren. Si un suelo se va salinizando progresivamente, pero se puede prever que solo lo hará hasta alcanzar un punto de equilibrio en el que la mayor parte del ecosistema actual seguirá subsistiendo, se puede considerar que esto no supone un problema serio de degradación de la tierra. Sin embargo, si se prevé que la salinización continuará aumentando o que el ecosistema actual no soportará las nuevas condiciones, se puede concluir que existe un gran riesgo de degradación. Las áreas de regadío son más susceptibles de sufrir salinización debido a que las sales son más fácilmente atraídas hacia la superficie a partir de las capas freáticas poco profundas y a que la calidad del agua de riego puede ser deficiente. Incendios (A. Dalaka
et
al., 2002, A.J. Conacher and M. Sala. 1998 [1], A.J. Conacher and M.
Sala. 1998 [2]). Los incendios forestales forman parte del ecosistema
mediterráneo. Las áreas afectadas por un incendio son
propensas a la erosión y presentan un alto riesgo de
degradación. A pesar de ello, la regeneración es posible si se dan las condiciones adecuadas. Durante la fase sensible posterior a un incendio, se considera que la
rehabilitación constituye un factor crucial. Los grandes
incendios forestales tienen un efecto significativo sobre la cobertura
vegetal pero también pueden modificar las propiedades del suelo
(físicas y químicas) potenciando la repulsión del
agua (suelos hidrofóbicos) y destruyendo hábitats,
infraestructuras y organismos. Las actividades humanas han sido
identificadas como uno de los principales motores del desequilibrio que
ha reducido la superficie forestal y aumentado tanto la cantidad de
material combustible como el número de incendios en el
área mediterránea. El abandono de los terrenos puede
acentuar el riesgo de incendio. Degradación de la vegetación (A.J. Conacher and M. Sala. 1998 [1]). La degradación de la vegetación se define como “la reducción temporal o permanente de la densidad, la estructura, la composición de las especies o la productividad de una cubierta vegetal”. El largo periodo de actividad humana en la cuenca del Mediterráneo ha limitado enormemente las áreas de vegetación natural o indígena. La presión ejercida sobre la vegetación natural de esta región proviene de los cambios en las prácticas agrícolas, de los incendios y del pastoreo, así como del círculo vicioso que conlleva la pérdida de biodiversidad. Los motores de la evolución de la vegetación son las condiciones climáticas, las condiciones edáficas y las prácticas de manejo (elección del cultivo, recolección, pastoreo y uso del fuego). Las especies cultivadas son menos resilientes que las silvestres respecto a las fuertes variaciones o extremos climáticos y a las condiciones de los suelos de la región (que están ellos mismos amenazados). Así, la sobreexplotación y las prácticas de manejo inapropiadas pueden acarrear la degradación de la vegetación y tienden a potenciar el riesgo de degradación de los suelos. Pérdida de productividad y de biodiversidad (L. Postiglione 2002, A. Ferrara 2002). La pérdida de productividad agrícola conduce a la reducción de la cobertura vegetal, a la reducción de los ingresos netos de la explotación o a ambos. La reducción de la cobertura vegetal puede ser contrarrestada mediante la aplicación de abonos. Sin embargo, la mejora a corto plazo de los ingresos de la explotación debe valorarse respecto a la futura degradación de la calidad de los acuíferos. La agricultura productiva ha reemplazado la vegetación natural con especies menos resilientes a los estrés climáticos regionales y a las condiciones del suelo. La producción agrícola y ganadera puede no estar en armonía con los patrones de crecimiento vegetal existentes, sometiendo así la cobertura vegetal y la producción a un estado de estrés continuo. La reducción de la productividad puede ser el motor de cambios en los usos del suelo y en las prácticas agrícolas. A su vez, estos cambios están considerados como los principales responsables de la degradación de las tierras en el área mediterránea. Referencias
g Ejemplos de degradación en áreas mediterráneas g
Bajo Alentejo interior, Portugal El estado y grado de degradación de los terrenos en el municipio de Mértola es el resultado de la interacción entre las características físicas del paisaje y la actividad humana en un conjunto de procesos de destrucción y degradación del suelo. Estos procesos han sido provocados por el aumento de la erosión hídrica y la consecuente pérdida de biodiversidad y de fertilidad del suelo. La presión ejercida por el hombre sobre los recursos naturales (suelo, vegetación y agua) a causa de la agricultura se ha incrementado progresivamente a lo largo del tiempo, alcanzando un máximo en la primera mitad del siglo veinte. Esta presión está en el origen del alto nivel actual de degradación de la tierra en esta zona.
Los resultados obtenidos de forma experimental en el Centro de Experiencias sobre Erosión de Vale Formoso confirman este panorama. En este centro se ha analizado y registrado, a lo largo de más de cuarenta años, la contribución al fenómeno de la erosión que representan diferentes prácticas agrícolas y cultivos (cereales, leguminosas, pastos). Además, los conocimientos adquiridos acerca de las características físicas de este área han permitido identificar las condiciones naturales específicas que favorecen la degradación del suelo por la erosión:
Durante más de un siglo, la gestión del territorio en esta zona ha sido inadecuada y desconsiderada, viéndose acentuada por decisiones políticas de carácter puramente económico, todo lo cual ha afectado a la distribución de la población y ha contribuido a la adopción de usos del suelo inadecuados, especialmente para la agricultura. La principal razón que llevó a la colonización y al desmonte de las zonas forestales fue el gran incremento de la población provocado, sobre todo, por la apertura de la mina de São Domingos, que supuso la división de las tierras comunales en dos zonas distintas. El resultado de esta división fue una seria y extensa degradación de la cobertura vegetal a causa de los incendios, la tala y la producción de leña (madera y carbón vegetal), así como el incremento de la erosión debido al laboreo de suelos muy poco profundos y con pendientes acusadas.
El impacto negativo causado por el hombre fue incrementándose de forma progresiva, paralelamente a la extensión y a la intensificación de sus actividades. La introducción de las nuevas tecnologías provenientes de la revolución industrial británica (arados, maquinaria) y más tarde la aplicación del motor de combustión interna (tractores y otra maquinaria) permitieron una mayor eficacia e intensidad en las actividades de laboreo del suelo y de explotación agrícola. Durante varias décadas los responsables políticos incentivaron fuertemente esta actividad agrícola (la producción de trigo a finales del siglo XIX, las campañas del trigo y de la producción agrícola a partir de los años treinta del siglo XX). Actualmente la tendencia continúa con la Política Agrícola Común. Todo esto explica por qué el municipio de Mértola sufre una seria degradación de sus recursos naturales combinada con las desventajas económicas que afectan directamente a sus habitantes. En efecto, éstos se dedican a menudo al cultivo de cereales de secano y en muchos casos lo hacen fuera de los límites de la racionalidad económica. g España Las características climáticas y las actividades humanas han contribuido a los procesos de degradación que afectan al valle del Guadalentín. Se pueden destacar los veranos secos, los inviernos templados, las escasas precipitaciones (<300 mm), la elevada insolación (2900 h/año), la fuerte evaporación (900-1200 mm/año) y una temperatura media de 18 ºC, junto con las actividades humanas perjudiciales para el medio ambiente. Los principales procesos son los siguientes: Salinización. Los principales procesos responsables de la acumulación de sales en los suelos están relacionados con el clima y con la irrigación. El clima actúa directamente mediante las altas tasas de evaporación e indirectamente como motor de la salinización asociada al riego. El número de cultivos que se puede realizar anualmente en esta zona solo está limitado por el déficit hídrico, problema resuelto hoy en día gracias al regadío. Sin embargo, tras el riego, la intensa evaporación provoca la ascensión del agua y la acumulación de las sales en la superficie. Este desplazamiento y acumulación son debidos, por lo tanto, al riego y dependen de la cantidad y de la calidad del agua aplicada. El riego con aguas subterráneas contaminadas ha inducido la salinización de los suelos y ha acarreado una sobreexplotación de los acuíferos, liberando gases y sales. El uso de aguas salinas o provenientes de estaciones depuradoras sin tratamiento terciario ha supuesto la degradación de los suelos y la consecuente reducción de la capacidad de producción agrícola.
La movilización de las sales del acuífero (originadas en el substrato miocénico donde los sulfatos y cloruros se disuelven con carbonatos originados por el CO2, cuya aparición es debida al sistema tectónico de fallas activo) es una consecuencia de la disminución de presión hidrostática en el acuífero detrítico. La concentración en iones del agua ha ido aumentando con el tiempo, conllevando un creciente riesgo de salinización del suelo. Los análisis estadísticos demuestran que los cambios de salinidad de las aguas de riego, las prácticas agrícolas, la aplicación de fertilizantes y las sales aportadas por la escorrentía a partir de las áreas limítrofes constituyen los factores esenciales de la grave reducción de la calidad del suelo que sufre esta zona. Los problemas del valle del Guadalentín son amplificados por la escasez de agua que impide el lavado de las sales acumuladas, así como por la economía dependiente de la agricultura. Las salinidades más altas se encuentran en las parcelas de regadío. El valle muestra una compleja distribución espacial de la salinidad del suelo. Los suelos sometidos al regadío tienen una mayor concentración de iones, una salinidad superior y una composición iónica diferente respecto a las tierras seminaturales o abandonadas. Los iones de calcio y los sulfatos dominan en todos los perfiles de suelo de las zonas irrigadas del llano de inundación, aunque los suelos estén abandonados. Por el contrario los terrenos seminaturales situados al borde del llano de inundación, que no son utilizados por la agricultura, muestran una predominancia de iones de calcio y de carbonatos, pero su salinidad y su concentración total de iones es inferior. El valle del Guadalentín, con sus recientes fenómenos de salinización secundaria de suelos y aguas, constituye un buen ejemplo de salinización puntual debida al riego. La entrada de solutos aportados por el agua de riego y de lluvia es muy superior a la salida a través de la absorción de las plantas o de la percolación en profundidad en el subsuelo. Esta acumulación de sales acarrea una reducción del valor económico y de la capacidad productiva de los terrenos. El valle del Guadalentín es, por la tanto, un sistema inestable desde los puntos de vista económico e hidrológico, con una explotación no sostenible de los recursos edáficos e hídricos. Degradación del suelo y de la vegetación. En las zonas que no son regadas existen pocas alternativas a la vegetación natural (matorral mediterráneo, Stipa tenacissima, etc.). Los agricultores suelen decantarse por el olivo o el almendro. El uso del suelo en la parte superior de la cuenca del Guadalentín consiste principalmente en cultivos de cereales y almendros de secano, matorrales y bosques. La vegetación seminatural y los diversos sistemas de cultivo han sido transformados en monocultivos acompañados de una baja densidad de árboles, dejando la tierra sin protección. Los monocultivos de almendros en climas semiáridos necesitan que las lluvias puedan penetrar profundamente en el suelo. Ello requiere suelos sueltos y desnudos entre los árboles, lo que conlleva un alto riesgo de erosión en los terrenos con pendiente.
La baja densidad de árboles combinada con el frecuente laboreo aumenta la vulnerabilidad a la erosión de los campos de almendros. Este cultivo requiere la aplicación de sistemas de plantación y de estrategias de conservación del agua específicos con el fin de compensar la irregularidad de las precipitaciones. Estas medidas de conservación del suelo y del agua deben adaptarse a la topografía y a las condiciones de suelo locales. Durante la rápida expansión de las plantaciones de almendro en áreas marginales se han perdido las técnicas tradicionales de conservación y laboreo del suelo, y se han ido remodelando poco a poco laderas enteras mediante el uso de maquinaria pesada para ser plantadas de manera uniforme. Las pendientes muy fuertes son abandonadas o mantienen su matorral seminatural. El laboreo suele ser superficial y se lleva a cabo dos veces al año con el fin de aumentar la capacidad de infiltración del suelo y de eliminar las malas hierbas que compiten por la limitada cantidad de agua disponible. La profundidad de laboreo en las plantaciones de almendro varía entre 10 y 20 cm según la topografía. Las frecuentes operaciones de labranza conducen al desarrollo de una capa de restos vegetales secos que obliga a las raíces de los almendros a introducirse más profundamente en el suelo o en la roca madre meteorizada. La respuesta erosiva está determinada principalmente por la estabilidad de los agregados del suelo y por las propiedades topográficas. Si el material erosionado presenta una proporción de partículas finas superior a la de la matriz del suelo se puede inferir una erosión selectiva y un transporte del material más fino. Diversos estudios han determinado que las plantas anuales y los residuos vegetales previenen la formación de costras que dificultan la infiltración en el suelo. Esta cobertura vegetal también reduce la velocidad de la escorrentía superficial. Se puede concluir que, de cara al fenómeno de la erosión en el Guadalentín, el uso que se le dé al suelo es un factor más determinante que las propiedades de éste. Pérdida de productividad. A pesar de la amplia variabilidad interanual del rendimiento de los cultivos, las medias quinquenales indican una reducción desde los 800 kg/ha de los años sesenta hasta los 400 kg/ha de los noventa. La bajada del rendimiento corresponde con los métodos de producción extensivos y con la expansión de las plantaciones de almendros en zonas marginales. Incendios. Los incendios y la erosión están estrechamente relacionados. La variabilidad de la erosión está asociada con la gravedad del incendio. La frecuencia de los incendios forestales ha aumentado durante las últimas décadas y, como consecuencia, las zonas de matorral mediterráneo propenso a los incendios (aulagas) se han extendido de forma significativa. Estas zonas son extremadamente sensibles a la erosión y a los procesos de degradación del suelo debido a que sus comunidades vegetales maduras poseen una gran inflamabilidad y una considerable capacidad de generar incendios graves, incluso con condiciones meteorológicas moderadas. En las condiciones de la
región mediterránea, donde los incendios forestales
graves ocurren principalmente en el verano y donde las lluvias
torrenciales son frecuentes en otoño, se hace necesaria la
adopción de medidas de conservación para evitar la
irreversible degradación del suelo durante la primera fase de
regeneración de la vegetación tras un incendio. La siembra de una cubierta herbácea
puede ser un ejemplo de estas medidas. Bibliografía
g La cuenca del Agri,
Italia
La degradación del medio ambiente físico en la cuenca del Agri adopta diferentes formas, reflejando las peculiaridades y variaciones de las características físicas y medioambientales, así como las dinámicas socioeconómicas y los usos del suelo. El valle del Agri se divide en tres subáreas homogéneas (superior, media e inferior):
Varios estudios realizados en la cuenca del Agri (F.Basso et al., 2002) muestran que la erosión del suelo en las áreas de monte es un proceso continuo que ocurre cada año y que supone una pérdida media de algo más de 1 t·ha-¹·año-¹, dentro de un rango de 0.40-4.15 t·ha-¹·año-¹. Los datos obtenidos en las parcelas experimentales durante el periodo 1990-1995 muestran que las pérdidas de suelo más significativas corresponden con un pequeño número de fenómenos pluviosos caracterizados por poseer una intensidad que iba de 13,2 a 52 mm·h-¹ en verano o de 2 a 4,6 mm·h-¹ en invierno y producirse en una época en la que la superficie del suelo estaba desprotegida, antes de que los cultivos hubieran crecido suficiente para ofrecer una cobertura eficaz. Todas las observaciones demuestran que el ángulo de la pendiente es un factor determinante en la erosión del suelo y que el laboreo siguiendo el contorno (en vez de cuesta abajo) es una medida importante para reducir el riesgo de erosión.
Según Postiglione
(L. Postiglione, 2002) la salinización del suelo en la
cuenca mediterránea puede derivarse de procesos
edafogénicos o puede estar relacionada con una
evapotranspiración excesiva, infiltración de agua del
mar, concentración de sales del agua de riego u otras causas
antropogénicas como el sobrepastoreo y la deforestación
en regiones semiáridas, el uso excesivo de productos
químicos o el aporte industrial de sustancias contaminantes (por
vía aérea o acuática). En la parte baja de la
cuenca del Agri, donde existe un serio problema de salinización,
se añaden otros factores a este esquema general. Sin embargo, el
incremento de la salinización se debe principalmente al riego
con aguas altamente salinas unido a una evapotranspiración
excesiva en las áreas más secas. El agua de riego, un
recurso vital para la agricultura, puede ser obtenida a partir de
reservas superficiales (manantiales, ríos y arroyos) o
subterráneas (pozos ordinarios o artesianos). En el caso de los
recursos superficiales, los manantiales son a veces salinos debido al
paso del agua a través de rocas salinas o suelos
que presentan un elevado contenido en sales de sodio formadas durante
el proceso edafogénico, o bien debido a la infiltración
de agua del mar. Esta infiltración ocurre frecuentemente en
algunos acuíferos a causa del bombeo excesivo de los pozos o
porque no se produce la recarga del acuífero debido a una falta
de precipitaciones en invierno. Ambos procesos dejan un vacío
que es completado por la infiltración de agua del mar. Por
supuesto la situación se hace aún más grave cuando
la sobreexplotación conlleva la perforación de pozos cada
vez más profundos, con el consiguiente un riesgo de alcanzar
aguas salinas.
Los incendios son la principal causa de deforestación y degradación forestal en la cuenca del Agri (Ferrara, 2004). En términos de frecuencia y de extensión superficial, estos incendios constituyen un serio problema para este ecosistema sujeto de por sí a fenómenos de degradación y de desertificación. Para dar una idea de la importancia de los incendios forestales en la cuenca del Agri, en el periodo 1990-1995 ardieron 1327 hectáreas de bosque en 304 incendios, afectando principalmente a zonas de bosque alto de hoja ancha. Esto representa un 3,88% de la superficie forestal total del valle y un 13,41% del número total de incendios registrados en la Región. Los incendios registrados en la cuenca del Agri siguen un patrón claro que se reproduce en muchas otras regiones mediterráneas: el mayor número de incendios se produce en las áreas con un menor índice forestal (proporción de superficie forestal respecto a la total). En la cuenca del Agri los incendios forestales se producen principalmente en las zonas con índices forestales inferiores al 20%, que parecen corresponder con zonas de monte bajo, es decir áreas forestales de baja productividad. La extensión del monocultivo del trigo duro, debida
principalmente al apoyo de la Política Agraria Común, ha
agravado el proceso de degradación del suelo y ha modificado el
paisaje tradicional. Este proceso de especialización
agrícola ha supuesto además la pérdida de material
genético tradicional y su reemplazo por cultivares
exóticos mucho más exigentes que provocan el agotamiento
de los recursos del suelo. Solo recientemente se ha empezado a observar
la reintroducción de cultivares tradicionales.
Referencias
g Lesvos, Grecia La isla de Lesvos es un típico ejemplo del uso intensivo al que ha sido sometida la tierra durante miles de años en la cuenca del Mediterráneo. Los cambios de carácter físico experimentados por el medio ambiente han sido causados por procesos naturales y por la acción del hombre. Los análisis realizados a partir de documentos históricos y arqueológicos, junto con recientes estudios de los datos existentes sobre el estado del suelo y de la vegetación durante los últimos cinco mil años, han mostrado cambios radicales en el medio ambiente físico (Marathanou et al., 2000). Como muestra la tabla siguiente, los bosques y los pastos cubrían un 50% y un 23% respectivamente de la superficie total de la isla durante la Antigüedad, mientras que los terrenos agrícolas ocupaban algo menos de un cuarto de la isla (22%). En 1886, sin embargo, las zonas forestales se habían reducido a la mitad (23.9%), mientras que los pastos habían aumentado hasta un 37.2%. Por supuesto, los pastos se han incrementado en la isla al reemplazar tierras agrícolas poco rentables. Tabla: Distribución del uso del suelo (% del área) en la Antigüedad y en 1886.
Las tierras dedicadas al cultivo de cereales o de frutales se redujeron desde un 18% en la Antigüedad hasta un 9,1% en 1886. La mayor reducción se produjo en las zonas de monte en las que la producción era muy baja debido a la elevada degradación del suelo producida por la erosión. La disminución del cultivo de cereales fue superior en la parte occidental de la isla. La presencia de pendientes muy acusadas (generalmente superiores al 35%) combinada con suelos erosionables formados sobre materiales piroclásticos favorecieron altas tasas de erosión y la formación de suelos muy poco profundos. El área de viñedo permaneció prácticamente estable, representando una pequeña parte de la isla (un 2%). Según la información de la que se dispone, la superficie de viñedo se incrementó especialmente durante las épocas bizantina y otomana para declinar después. Durante el último siglo se han observado grandes cambios en el uso del suelo de la isla. Como se puede apreciar en la tabla presentada más abajo, el cultivo del olivo se ha extendido de forma importante, pasando de un 26,9% a un 41,2% de la superficie total. También se ha producido una expansión significativa de los bosques de Quercus caducifolios, pasando de un 2,2% a un 7,1% debido a la producción de aceite demandada durante los últimos decenios por la industria del cuero de la isla. La superficie ocupada por los pinares no ha cambiado casi nada, aunque sí que lo ha hecho su distribución geográfica. Los pinares han reemplazado bosques de Quercus de hoja caduca o pastizales debido a la mejor capacidad que poseen los pinos para recuperarse después de un incendio. Su expansión ha dependido de la profundidad y del material original de los suelos. El aumento del área ocupada por éstos usos del suelo ha sido parcialmente compensado por una reducción de las áreas utilizadas para pastos (disminución de un 37,2% a un 22,6%.). Tabla: Distribución del uso del suelo en 1886 y en 1996.
Durante el último siglo no solo se han producido importantes cambios en las superficies ocupadas por los diferentes usos del suelo, sino también en su distribución geográfica. Los olivos fueron eliminados de ciertas áreas y pasaron a ser cultivados en suelos más fértiles, lo que se explica por varias razones: Los olivares desaparecieron principalmente de las zonas de colinas escarpadas con suelos muy degradados, en las que tanto la productividad como la superficie del dosel arbóreo eran limitadas. El escaso dosel aumentaba la vulnerabilidad de los árboles frente a las heladas. En algunas zonas, sobre todo las que contaban con suelos profundos y estaban situadas cerca de lugares habitados, los olivares fueron reemplazados por cultivos más rentables como el tabaco o las hortalizas. Hoy en día la mayor parte de esas zonas ha sido trasformada en pastizales.
La expansión del olivar durante el último siglo se produjo principalmente en las áreas de monte que presentaban un menor riesgo de heladas y suelos relativamente fértiles. La frecuencia fue superior en suelos medianamente profundos (33,4%) o profundos (55,4%) situados preferentemente sobre pendientes acusadas (35,6%). En muchas de estas zonas se construyeron terrazas para proteger el suelo contra la erosión y aumentar la productividad de los olivos. Estas terrazas, realizadas con un gran cuidado, adoptan una forma de media luna para los árboles individuales. El suelo que rellena las terrazas fue traído de otros lugares. Durante las últimas décadas se ha producido una marcada desvalorización de estas terrazas debido a las dificultades asociadas al acceso y a la utilización de maquinaria. Hoy en día muchas de estas zonas han sido abandonadas y algunas de las terrazas se han desmoronado, lo que ha supuesto una rápida pérdida de suelo arrastrado por la escorrentía. Conservar estas terrazas puede parecer una opción muy costosa si la comparamos con la mayor parte de las alternativas existentes para luchar contra la erosión, pero el interés de conservarlas se hace evidente si consideramos que estas estructuras preservan suelos de un gran valor para el cultivo del olivo y con ello protegen un medio ambiente muy frágil. Los olivares más antiguos se
encuentran en muchos casos en suelos moderadamente profundos (33% de la
superficie total de olivar) o profundos (60,4%), aunque las pendientes
muy acusadas prevalecen en este tipo de uso del suelo (42,9%). Los suelos
han sido protegidos de la erosión gracias a la construcción
de miles de kilómetros de terrazas. Todos los datos que se han
presentado en los párrafos anteriores demuestran claramente la
importancia de la planificación del uso del suelo y del correcto
manejo de las áreas de monte sensibles a la erosión. La superficie dedicada a los cultivos anuales ha experimentado una gran reducción, especialmente a partir de 1950. Esto se atribuye tanto a la baja productividad de los terrenos como a la emigración masiva de la población local hacia otras zonas del país. Por otra parte el número de animales (básicamente ovejas) ha aumentado de forma significativa, sobre todo a partir de mediados de los años 60 y más recientemente debido a la política y a los subsidios de la Unión Europea. Los estudios realizados han mostrado la gran influencia que los diferentes usos del suelo tienen sobre la degradación de las tierras. Los suelos de la isla dedicados a los pastos son los que muestran una mayor degradación. Estos suelos son muy poco profundos (<15 cm) o poco profundos (15-30 cm), representando un 46,3% y un 40,0% respectivamente del área de pastizal. Los suelos profundos son muy raros en las zonas de pastos. El análisis de la evolución del uso del suelo muestra que la mayor parte de esas tierras estaban ocupadas por pinares o bosques de Quercus durante la Antigüedad. En aquella época comenzó la tala de estos bosques con el fin de cultivar la tierra para producir alimentos o pastos para el ganado. Las medidas de conservación del suelo eran insuficientes y la erosión eliminó la capa arable del suelo. Lo que queda del suelo en estas zonas presenta capas subsuperficiales limitantes (roca madre: piroclastos, mármol, lavas volcánicas) que impiden, si las condiciones son cálidas y secas, la agricultura de secano rentable e incluso la regeneración de bosques naturales. Muy diferente es la situación de las áreas que han permanecido cubiertas de pinos o de olivos durante un largo periodo, ya que el suelo, relativamente bien protegido, alcanza profundidades superiores a 75 cm. Una parte de las zonas ocupadas actualmente por bosques de Quercus ha experimentado recientemente cambios en el uso del suelo, por lo que las conclusiones sobre los fenómenos de degradación deben basarse en el uso previo del suelo.
Los suelos dedicados a la producción de pastos tienen el mayor grado de erosión comparado con los otros tipos de uso del suelo. Un 63,6% de estos suelos está gravemente o muy gravemente erosionado. El resto de los pastizales está moderadamente (25,5%) o ligeramente (7,3%) erosionado. Las zonas cubiertas de bosques de Quercus están mejor protegidas contra la erosión. Un 29,2% de esas zonas está gravemente erosionado, mientras que un 50,1% lo está moderadamente. Los olivares están relativamente bien protegidos con las prácticas actuales de manejo. Solo un 11,1% de los olivares están gravemente erosionados y los suelos muy gravemente erosionados son prácticamente inexistentes en la isla. La mayor parte de los olivares está moderada (63,7%) o ligeramente (13,6%) erosionado. El resto de las zonas de olivar (10,6%) está bien protegida contra la erosión, encontrándose principalmente en llanuras. Las zonas de pinar son las que están mejor protegidas contra la erosión. Un 58,1% de los pinares está moderadamente erosionado y un 30,4% lo está ligeramente. Referencias
g Descripción
general de la interrelación de los indicadores Las áreas sensibles a la degradación
de la tierra pueden ser identificadas gracias al Environmental
Sensitivity Index
- Índice de Sensibilidad Medioambiental a escala de cuenca
vertiente o con el Índice Regional de Degradación a una
escala regional más reducida. En el diagrama se asume que el uso del suelo viene dado por la adecuación a las condiciones climáticas, edáficas y topográficas, por los precios a escala mundial, los subsidios y el uso histórico del suelo (inercia). Los usos agrícolas y las presiones de pastoreo que no se adecuen a las condiciones climáticas pueden reducir la Vegetation cover - Cobertura vegetal y la productividad vegetal. Si no se gestiona la alta productividad vegetal de una zona la cantidad de combustible puede aumentar (Fire frequency - Frecuencia de incendios). Una baja productividad puede producir
una Land
use evolution
- Evolución de los usos del suelo o un cambio en los métodos
de producción. Unas cifras elevadas de cobertura
vegetal y de productividad aseguran el actual Land
use type - Tipo de uso del suelo (Period
of existing land use type
- Antigüedad del uso actual del suelo), la conservación
de los recursos del suelo y los Net
farm income - Ingresos netos de la explotación. La degradación de la vegetación
que resulta de las prácticas agrícolas o de los incendios
potencia la escorrentía superficial e incrementa la Soil
erosion (USLE)
- Erosión del suelo. Unas altas tasas de erosión
reducen la fertilidad del suelo, la Soil
depth
- Profundidad del suelo y las Drainage
- Redes de drenaje, lo que restringe o reduce aún más
la productividad vegetal y tiende a aumentar la degradación de
la tierra (Soil
erosion control measures
- Medidas de control de la erosión del suelo, Runoff
water storage - Almacenamiento de aguas de escorrentía). Indicios
tempranos de la erosión del suelo pueden ser la formación
de surcos o cárcavas in situ
o el depósito ex situ
de material erosionado. La reducción de la productividad vegetal afecta directamente a la cobertura del suelo. Puede producirse una reducción de los Net farm income - Ingresos netos de la explotación que obligue a cambiar el uso del suelo y las prácticas utilizadas (Fertiliser application - Aplicación de fertilizantes, Irrigated area - Área de regadío), aunque esto puede estar limitado por la Water availability - Disponibilidad de agua y la Water quality - Calidad del agua. Mantener los ingresos agrícolas puede requerir aportes financieros suplementarios (EU production subsidies - Subsidios a la producción de la UE). Las Land abandoned - Tierras agrícolas abandonadas pueden suponer un problema. Las dificultades asociadas a un clima inestable (Rainfall - Precipitaciones, Rainfall seasonality - Estacionalidad de las precipitaciones, Rainfall erosivity - Erosividad de las precipitaciones, Aridity index - Índice de aridez) pueden acarrear presiones suplementarias sobre los recursos y usos de la tierra (Vegetation cover - Cobertura vegetal, Soil erosion (USLE) - Erosión del suelo, Irrigated area - Área de regadío). La degradación de la tierra (degradación del suelo y de la vegetación) no es obligatoriamente irreversible pero puede depender de las actividades y prácticas que se adopten en el futuro. g Modelos
simples o más complejos que demuestran esta interrelación Desde principios de los años noventa se han venido desarrollando modelos e indicadores de riesgo de erosión gracias a varios proyectos de investigación sucesivos financiados por la UE. El Índice Regional de Degradación (RDI), que ha sido ampliado en el Proyecto Pan-Europeo de Evaluación del Riesgo de Erosión del Suelo (PESERA1), ofrece una metodología capaz de estimar el riesgo de erosión a escala regional. El RDI está basado en conceptos desarrollados en MEDALUS II y aporta una respuesta teórica explicita basada en un modelo de erosión del suelo simple y conservativo. El modelo utiliza datos acerca del uso del suelo, la topografía, el suelo y el clima. El modelo RDI combina la cobertura del suelo, el encostramiento de la superficie, la escorrentía y el transporte de sedimentos para producir una estimación de las cantidades de agua y sedimentos que son aportadas a los diferentes cauces. Un esquema de este modelo es presentado en la ilustración superior. Este modelo del riesgo de erosión es coherente con modelos más precisos utilizados para describir flujos de orden inferior. También integra la distribución de frecuencia de la magnitud de los fenómenos tormentosos. El modelo divide la precipitación diaria en flujo superficial Hortoniano, flujo superficial de saturación, flujo subsuperficial y evapotranspiración. El flujo superficial Hortoniano, principal responsable de la erosión del suelo, se genera en función de las características locales del suelo y de la humedad subsuperficial. El modelo PESERA-RDI se concentra en la predicción de la erosión en laderas y en el depósito de los sedimentos en la parte baja de las pendientes, sin tener en cuenta de manera explícita los procesos asociados con los cauces (aportes y rutas).
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